El Zangarrón de Sanzoles

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Un ritual que mezcla lo pagano y lo devoto en una danza eterna

En el corazón de la Tierra del Vino, donde los viñedos se extienden como un manto púrpura bajo el cielo infinito de Zamora, Sanzoles guarda un secreto que late con el estruendo de cencerros y el eco de tamboriles cada Navidad. El Zangarrón, esta figura enmascarada que irrumpe como un torbellino de colores y vergazos, no es solo un personaje folklórico; es el alma rebelde de un pueblo que celebra la vida ahuyentando las sombras del invierno con un ritual que mezcla lo pagano y lo devoto en una danza eterna. Imagina el amanecer del 26 de diciembre, con el aire cargado de niebla y el aroma a sopas de ajo humeantes, mientras un gigante de capote multicolor y máscara de cuero negro sale de su guarida para perseguir a mozos y mayores con un palo de vejigas que silba en el viento. Bienvenido a Sanzoles, un rincón de Castilla y León donde menos de 500 almas –con una media de edad que ronda los 54– se multiplican por diez en fiestas, atrayendo a visitantes que buscan esa autenticidad cruda, ese contrapoder ancestral que transforma las callejuelas empedradas en un escenario de jolgorio y respeto, donde el diablo bueno –así lo llaman– vela por la comunidad con un bastón que corrige y une.

Sanzoles del Vino, a solo 17 kilómetros al sureste de Zamora, capital de una provincia que bulle de mascaradas invernales, ha forjado su identidad en torno a este rito que se remonta a la segunda mitad del siglo XVIII, según los legajos del archivo diocesano. Nacido de leyendas que hablan de plagas y procesiones fallidas contra San Esteban –patrono del pueblo, al que los vecinos abuchearon por no librarlos de la peste, para luego ser salvados por un espíritu salvaje–, El Zangarrón es más que una fiesta: es un juramento colectivo, un relevo generacional donde los quintos –jóvenes de la promoción del año– se atavían de danzantes con castañuelas y pito zamorano, escoltando al protagonista en un desfile que honra el solsticio. Declarada de Interés Turístico Regional, esta celebración resiste la despoblación con el entusiasmo de niños que sueñan con cencerros desde pequeños, y ha inspirado libros como «El Zangarrón de Sanzoles» de Celedonio Pérez, que la eleva a emblema de las tradiciones zamoranas. Para el forastero, llegar aquí es como irrumpir en un cuento vivo: el frío del Duero se mitiga con el calor de un corro, el silencio rural se rompe con risas y vergazos juguetones, y cada paso te integra en una familia extendida que teje su historia con hilos de lana y vino tinto.

En estas páginas, te llevo de la mano por los vericuetos de esta joya zamorana. Desde los ecos de su origen legendario hasta el compás de su jornada grande, pasando por anécdotas que te harán sentir el retumbar de un cencerro en el pecho y tips que facilitarán tu inmersión. Si anhelas una Navidad castellana que vaya más allá de belenes y villancicos, El Zangarrón es tu llamada: un ritual en Sanzoles donde el invierno no se sufre, se desafía, recordándonos que en Zamora, la tradición es un fuego que no se apaga ni con la niebla más espesa.

El Origen Legendario de El Zangarrón

El Zangarrón de Sanzoles es como el vino de sus bodegas: profundo, envejecido en tinajas de tiempo y con un bouquet que revela capas de misterio con cada sorbo. Sus raíces se hunden en ritos prerromanos, agrícolas y ganaderos que celebraban el solsticio de invierno para propiciar la fertilidad de la tierra, aunque la documentación precisa lo sitúa en la segunda mitad del siglo XVIII, según los archivos diocesanos de Zamora. La leyenda que lo envuelve es puro folclore zamorano: una peste asolaba el pueblo, y los vecinos, desesperados, sacaron en procesión a San Esteban suplicando salvación. Al no llegar el milagro, la ira colectiva estalló: abucheos, piedras al santo, y un caos que solo cesó cuando un espíritu salvaje –el Zangarrón primigenio– ahuyentó la plaga con su estruendo y vergazos, convirtiéndose en guardián pagano de la comunidad. Desde entonces, el rito se formalizó como contrapoder: el enmascarado, figura irreverente, castiga simbólicamente la autoridad eclesiástica, rompiendo vejigas en la iglesia como expiación juguetona.

En el siglo XIX, la fiesta se consolidó con la elección anual de quintos –los mozos de la promoción–, que vestían de danzantes con capotes pardos, leguis y cencerros a la espalda, escoltando al Zangarrón en su recorrido. Prohibiciones puntuales, como la del obispo que vetó los cencerros en la iglesia en el siglo XX, no la detuvieron: la tradición oral, pasada de padres a hijos, la mantuvo viva, con nombres y apellidos de zangarrones registrados desde hace un siglo. La Asociación Amigos del Zangarrón, fundada en los 80, impulsó su renacimiento moderno: en 1987, Laude Sacristán y José Javier Sánchez confeccionaron el traje actual con donativos vecinales –capote de colores, máscara de cuero negro y bastón de vejigas–, y Melitón Fernández donó elementos renovados. En 2001, participó en «Las Edades del Hombre» en Zamora, elevándola a emblema cultural, y en 2022, la Diputación invirtió 50.000 euros en mascaradas provinciales, asegurando su futuro contra la despoblación.

Hoy, con ediciones que superan las 200, El Zangarrón resiste como baluarte de las mascaradas zamoranas –de sur a norte, hasta Sanabria–, inspirando publicaciones y aspirando a Interés Turístico Nacional. Visitar Sanzoles durante su función es asomarse a esa evolución: cada vergazo es un eco de rebelión campesina, cada cencerro un puente al ayer, recordándonos cómo un pueblo de viñedos y olmos ha convertido su ira ancestral en un himno de unidad y alegría.

Calendario y Programa de la Fiesta

La fiesta del Zangarrón se despliega en un compás binario que arranca el 25 de diciembre y culmina el 26, como un dueto entre vísperas y jornada grande, guiado por el tañido de campanas y el redoblar de tamboriles. Centrada en estas fechas invariables –Día de Navidad y de San Esteban–, su agenda es un torbellino de actos que fluyen del alba al ocaso, con la Asociación Amigos del Zangarrón y el Ayuntamiento como directores de orquesta. Aunque matices dependen del tiempo o invitados, el esqueleto es un clásico que invita a sumergirse sin prisa. Aquí te detallo el flujo típico, para que marques tu paso y no te escapes ni un vergazo.

Día Eventos Principales Horario Aproximado
25 de diciembre (Vísperas) Reunión en casa del Zangarrón para preparar la función. Pasacalles inicial con danzantes y cencerros. Guardias nocturnas: turnos de dos horas para velar el reposo del protagonista, con sonido constante de cencerros. Tarde (desde las 21:00) y noche entera
26 de diciembre (Día Grande) Amanecer con sopas de ajo compartidas. Salida del Zangarrón y recogida de quintos. Baile del Niño en las Cuatro Calles. Pascuas por el pueblo (cuestación de aguinaldo). Almuerzo en el polideportivo. Misa y procesión de San Esteban, con quema de vejigas en la iglesia. Comida del Mutis: almuerzo en silencio con tamborilero reprimiendo charlas. Desde las 07:00 hasta la tarde

Este latido se enriquece con sorpresas, como invitados de otras mascaradas zamoranas o recitales de pito en ediciones pasadas. Las guardias nocturnas, con voluntarios que custodian el traje, mantienen el espíritu vivo hasta el alba, mientras el almuerzo del Mutis –huevos fritos, chorizos y vino– es un oasis de complicidad muda. Para familias, el baile del Niño es ideal; para melómanos, el pasacalles resuena como un himno. Consulta el boletín de la asociación o la web municipal para toques del año –¡así capturas el cencerro que promete retumbar en tu memoria!

Descripción de los Actos que Definen la Fiesta

En el núcleo de las fiestas de Sanzoles arde el fuego de sus actos principales, un mosaico de gestos y sonidos que convierten el rito en una sinfonía de irreverencia y devoción. La víspera del 25 abre con el pasacalles: al atardecer, el Zangarrón –elegido entre quintos, ataviado en capote de colores, máscara negra y bastón de vejigas– sale de su casa escoltado por danzantes con capotes pardos, leguis y castañuelas, al son del pito zamorano y tamboril que marcan un ritmo ancestral. El recorrido por las calles es un torbellino: el enmascarado persigue a curiosos con vergazos juguetones, ahuyentando «males» simbólicos, mientras cencerros a la espalda de los mozos retumban como truenos lejanos.

La noche se tiñe de guardias: turnos de dos horas donde voluntarios velan el traje, emitiendo el eco incesante de cencerros para invocar protección invernal. El 26 amanece con sopas de ajo en la casa del Zangarrón: un caldo caliente que reúne al pueblo en corro, compartiendo pan y vino antes de la recogida de quintos –un desfile donde los danzantes se suman, formando la comitiva que baja a las Cuatro Calles para el Baile del Niño. Aquí, al ritmo del tamboril, ejecutan figuras ceremoniales: el Zangarrón en centro, corrigiendo filas con su bastón, mientras vecinos «molestan» en un caos controlado que evoca la leyenda de la rebelión.

Las pascuas son el pulso social: la comitiva recorre hogares pidiendo aguinaldo, con el Zangarrón repartiendo vergazos y risas a cambio de dulces y monedas. Tras el almuerzo en el polideportivo –huevos fritos y chorizos que resucitan al grupo–, llega la misa de San Esteban: solemne en la iglesia parroquial, con la imagen del santo portada por bailonas, y el Zangarrón esperando fuera, para luego irrumpir y romper vejigas en el altar como expiación. La procesión cierra el ciclo: cortejo lento por las calles, con el enmascarado liderando vueltas alrededor del templo antes del Mutis, un banquete en silencio roto solo por el tamborilero que reprende charlas. Estos actos no son espectáculos; son convocatorias a participar, donde el visitante, con un cencerro prestado, se siente guardián temporal de un legado que huele a ajo y resuena con el latido de Zamora.

Ambiente de la Celebración

Durante el Zangarrón, Sanzoles se convierte en un tablero vivo donde cada plaza y callejuela es una casilla de pasión contenida. El epicentro es la Casa del Zangarrón, humilde portal en el centro del pueblo donde el protagonista se viste al alba: su fachada, engalanada con banderas y guirnaldas, acoge las sopas de ajo y la salida matutina, con el aroma a caldo y el bullicio de vecinos que forman corro bajo olmos centenarios. Las Cuatro Calles, cruce empedrado que da nombre al baile, vibra con el choque de castañuelas: aquí, el suelo retumba bajo pies danzantes, y el Zangarrón traza círculos correctores mientras el pito zamorano silba himnos invisibles.

La Iglesia Parroquial de San Esteban, con su torre gótica y retablo que vela desde el siglo XVI, es el alma devota: su atrio acoge la espera del enmascarado, y su interior, durante la misa, se llena de incienso y silencio reverente roto por la irrupción final. El Polideportivo Municipal sirve de oasis: aquí, el almuerzo del Mutis transforma un pabellón en banquete mudo, con mesas largas donde chorizos chisporrotean y el tamborilero patrulla con vara de olivo. Las callejuelas como la de la Fuente o la del Arrabal se visten de luces y arcos, invitando a un paseo sensorial donde el Mutis se extiende en meriendas vecinales.

El ambiente es un vendaval de contrastes: el humo de fogones se funde con el de velas en procesión, el estruendo de cencerros con el susurro de plegarias, y el frío de la meseta con el calor de abrazos compartidos. Es un clima inclusivo, donde el turista se integra con un vergazo amistoso, arropado por la calidez zamorana que hace de esta fiesta un bálsamo contra el invierno, un recordatorio de que en Sanzoles, la tradición no se mira: se corre, se baila y se vive en cada esquina.

Relatos del Enmascarado

El Zangarrón de Sanzoles es un arcón de relatos que brillan como las vejigas infladas en su bastón, detalles que lo salpican de duende zamorano. Un secreto entrañable es el «cencerro del relevo»: cada año, los niños reciben uno a medida en el baile del Niño, un talismán que los inicia en el rito –un gesto que asegura el futuro, como en 2023, cuando chavales de cinco años soñaban con ser el próximo enmascarado, contrarrestando la despoblación con risas que retumban más que los tambores. Otro uso singular es la «vejiga de la expiación»: al romperlas en la iglesia, el Zangarrón libera «males» simbólicos –plagas, sequías–, una costumbre del XVIII que evoca la leyenda, y que en ediciones pasadas ha incluido vejigas pintadas con caricaturas de autoridades, en un guiño irreverente al contrapoder.

¿Sabías que el traje actual, confeccionado en 1987 por Laude Sacristán y José Javier Sánchez, incorpora lana de ovejas locales teñida con vino tinto, un homenaje a la Tierra del Vino? En las guardias nocturnas, persiste el «susurro del diablo»: el Zangarrón, desde su casa, narra leyendas a los guardianes en voz baja, un ritual que huele a niebla y a infancia compartida. Y no pases por alto el libro de la asociación: un tomo con grabados del siglo XIX, nombres de zangarrones desde 1900 y recetas de sopas de ajo que se venden para restaurar máscaras. Una anécdota cofrade es el «duelo de quintos»: en años de escasez por emigración, «amigos del Zangarrón» suplían ausentes, como en los 70, cuando un grupo de Bilbao regresó para salvar la función.

Estas reliquias convierten la fiesta en un álbum vivo: no solo se honra a San Esteban, sino que se celebra la rebeldía de un pueblo que ha convertido su ira contra la peste en un bastón de unidad, tejiendo su folclore en hilos de cuero y cencerros que suenan a eternidad.

Sugerencias Prácticas para el Ritual

Para que tu paso por el Zangarrón sea un festín sin resbalones, toma estas huellas de un sanzoleño de adopción. Alojamiento: Reserva en casas rurales como La Bodega del Vino o el albergue parroquial para saborear la niebla matutina; el 25 llena las camas como la plaza en pasacalles. Transporte: Llega en coche por la ZA-601 desde Zamora (17 minutos) o en bus regional; aparca en el polideportivo y camina al centro para el bullicio auténtico.

Vestimenta: Capas para el frío mesetario –abrigo de paño y botas resistentes al empedrado–; un pañuelo para el humo de sopas y guantes si tocas cencerros. Gastronomía: Endúlzate con roscos de anís en las pascuas o saborea chorizos en el Mutis; para vegetarianos, las sopas de ajo sin puntilla abundan. Lleva monedas para el aguinaldo, y un trago de vino para brindar. Consejo: únete a un corro de niños con cencerro –¡abre puertas y retumba en el alma!

Con familia, el baile del Niño es tierno; en pareja, la procesión al atardecer es poética. Y respeta el silencio del Mutis: la tradición fluye mejor sin prisas.

Dudas Frecuentes sobre El Zangarrón de Sanzoles

¿Por qué se celebra exactamente el 26 de diciembre? Coincide con San Esteban, patrono, fusionando devoción cristiana con ritos paganos del solsticio invernal desde el XVIII.

¿Quién puede ser el Zangarrón? Tradicionalmente un quinto varón, aunque aspiran a inclusión; se elige por sorteo entre mozos de la promoción.

¿Es seguro participar en las persecuciones? Sí, los vergazos son juguetones; el enmascarado mide la fuerza, pero consulta normas de la asociación para precauciones.

¿Qué pasa si nieva o llueve? La fiesta resiste; actos se cubren en polideportivo, y el rito se adapta como en ediciones nevadas pasadas.

¿Hay relevo generacional en los danzantes? Absolutamente, niños reciben cencerros desde pequeños; en 2023, chavales de 5 años aseguraron el futuro contra la despoblación.

Enlaces de interés

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